Lugares y terrenos buenos para el tabaco.
Esta planta teme los lugares húmedos y
los que son demasiado secos; por
eso ni los bañados ni las
cuchillas sirven para cultivar el
tabaco. Los vientos fuertes, como
el pampero, rompen las hojas y
las hacen perder su precio; porque
estando rotas no sirven para capas
de cigarros. Es necesario, por
consiguiente, escoger un terreno
abrigado de los vientos fuertes. Esa
tierra gredosa, que traga mucha
agua y la guarda mucho tiempo, y
que se raja y endurece cuando
hay seca, tampoco sirve para
cultivar el tabaco; porque, o pudre las
raíces de la planta, o da mal
sabor a la cosecha, o no la deja
crecer, o la quema si no llueve.
Para el tabaco se necesita, pues,
un terreno enjuto con desagües naturales;
abrigado de las corrientes de aire;
de color negro; sustancioso; suelto;
fácil de labrar y que no se
pegue a la reja del arado, aunque
se labre estando lloviendo. Por fortuna
para nosotros en esta República hay
sobra de terrenos aparentes para el
cultivo del tabaco, como el que
acabo de nombrar; tierra que puede
dar cien cosechas seguidas, sin que
se le acabe la sustancia que tiene
de por sí.
Tiempo y modo de labrar el terreno.
En el mes de Enero o Febrero,
quedes cuando se levanta la cosecha
del tabaco, debes aprovechar un día que
haya llovido, para dar una labor
profunda al terreno, atravesando las
líneas para que se crucen con las últimas del
año anterior. Esta operación se hace por
tres cosas:
Para enterrar los yuyos que hayan nacido
desde la última carpida; para matar
lodos los vichas que se comen la
planta, y para hacer que nazcan
todas las semillas que estén sobre la
tierra. El arado norte-americano Aguile, núm.
36 es bueno para este trabajo; pero
mejor sería el de acero, si tú
pudieras comprarle; porque a ese no se le pega
la tierra y los animales adelantan más porque se
cansan menos.
Esta labor, bien hecha, vale seis pesos
entre nosotros. Si trabajas regularmente,
relevando tu yunta por la larde,
puede en tres días quedar muy
bien arada tu cuadra, sin dejar
fallas entre surco y surco. Te
encargo pongas mucho cuidado en que el yugo
sea corto para que ares junio.
Antes de que se te endurezcan los terrones, pásales
una rastra que los deshaga. Esta rastra
puede ser de ramas; pero es mejor de
madera y puntas de fierro. Como la rastra
se pase muy bien en medio dia, vale esta
operación un peso, y ya tenemos siete
pesos gastados a cuenta de la cosecha. Los
últimos calores del verano y el otoño,
harán nacer la mayor parte de las
malas semillas que quedaron enterradas
en la primera labor de tu terreno;
ten cuidado si llegan a florecer,
de enterrarlas con otra buena labor
cruzada antes de que semillen, y no te
olvides de un pase de rastra.
Esta segunda labor vale otros siete
pesos, lo que te da catorce pesos
gastados en labores.
No hay que
pensar ya más por ahora en el
terreno donde hemos de trasplantar el
tabaco para que se críe. Piensa solo
en el almácigo. Después que pase el
invierno, y como unos treinta días
antes de la época en que se
acaban las heladas, debes hacer los
semilleros del tabaco. Estos almácigos
los harás cara al norte y de
este modo:
De naciente a poniente, labra con
el azadón una faja de una
vara de ancho que tenga nueve
de largo, y desmenuza muy bien la
tierra. Haz que esta faja, que se
llama platabanda, quede como los semilleros
del tomate o cebollino. Pon encima
de tu labor, un dedo de
tierra acribada con mezcla de la
mitad de arena fina. Oprime con una
tablita un poco tu terreno para que
quede muy igual y muy a nivel.
El paquete de semillas de tabaco
habano que te doy para que experimentes,
tiene 33.315 granos, esto es tres
veces más de lo que necesitas
para una cuadra de tabaco. Toma un
cacharro grande para que quepa en
él una libra de harina, y mezcla,
muy bien repartida con la harina, la
semilla del paquete que te mando . Esta
mistura de harina y semilla, repártela
con igualdad en las nueve varas
del terreno que tienes preparado,
lo que no es difícil, por que
donde vas sembrando, va quedando
blanco por causa de la harina, y así se
ve lo que está y lo que
no está sembrado.
La harina sirve también para que
el grano no nazca tan espeso. Pon
en una criba basura muy seca
y muy consumida y con lo que
salga por esta criba cubre tu
semilla con una línea o dos a
lo más, aplanando después el terreno
y regándolo con una regadera muy
fina. Estas nueve varas de almácigo,
deben cubrirse con ramas, con pajas o con
cortinas todas las noches, por temor
de las heladas.
Si riegas tu semillero cuando lo
necesite, si la aclaras cuando salga
espeso y si le arrancas los malos
yuyos que nazcan, verás que a los
quince días o al mes ya tienes
buenas plantitas de tabaco, con tres o
cuatro hojas del tamaño de una
peseta cada una. Este es el momento
del trasplante. Si no tienes ya miedo
a las heladas y vez un día
húmedo y nublado, ese será el
dia bueno para sacar tus plantas
del almacigo y ponerlas en el
terreno donde han de crecer.
El valor de la semilla y la
preparación, siembra y cuidado del semillero
podrán valer otros siete peses, lo
que forma hasta ese día 21
pesos de gasto. Pocos días antes de
la trasplantación, que seca cuando ya
no se teman los hielos, se dará al
terreno la tercera labor, que como
las primeras, costará otros siete pesos,
lo que importará con los otros
gastos un total de 28. El día que
vayas a hacer la trasplantación de tu tabaco,
debes hacer que tu familia, tus
peones o tus vecinos te ayuden en el
trabajo, para que no te se pase
el buen tiempo ni la sazón de
tu tierra.
Pondrás una persona que are bien
derecho, o rayar la cuadra de
tierra, dando al arado toda su
profundidad para que el surco sea hondo.
Acabada la primera raya se da
la segunda o una vara de distancia
de la primera, y para que
salga a u n a vara justa, unirás
tus bueyes con u n yugo más largo
que los que gastas en las otras
labores. Para que no se reseque la
tierra de las rayas, cuando se
ha concluido de hacer el segundo
surco, debe esperarse la yunta o
que se haya acabado de plantar el
primero, y entonces es cuando debes
rayar el tercer surco, y así
seguirás sin tener nunca rayada más
de una línea por delante de
la que se va plantando.
Otra persona de tu confianza debe estar
en el almacigo, ocupada con un
cuchillo grande en sacar, una a una, las
plantas de tabaco con el pancito de
tierra que rodea a las raíces. Para que
esta tierra no se desmorone y
deje la raíz al aire, es preciso
tener bien regado el almácigo desde
el día anterior. Conforme se van
sacando las plantitas de tabaco del
almácigo, deben ponerse sobre una
tabla, un cesto o un cajón, donde quepan
cincuenta, que son las que pueden
plantarse sin dar tiempo o que se
marchiten. Un muchacho conduce estas plantitas
hasta el lugar donde se plantan y
las va entregando una a una al
encargado de la plantación, que
debes ser tú mismo si quieres bien
a tus intereses. Para que la yunta
no esté parada mucho tiempo y
para que no descanse demasiado
la persona que saca las plantas del
almácigo, bueno será que te ayuden a
plantar otros dos compañeros
inteligentes y entonces acabarás la
cuadra en un día.
Si sois tres hombres plantando y
el semillero, no está muy lejos, necesitarás
cuatro o cinco muchachos para que os
lleven plantas, sin que nunca falten.
Aunque el aire y la tierra estén muy
húmedos siempre necesitarás que detrás
de los que plantan, vaya un hombre
regando para que la planta se
refresque y para que se asiente
la tierra.
La planta debe ponerse de vara
en vara de distancia, en el
fondo de cada surco, de modo
que en la cuadra le quepan 10,000
pies de tabaco. Puede suceder te que
cambie el tiempo y salga un sol
fuerte y picante al siguiente día de
la plantación. Si esto llega a
sucederte, ya puedes buscar algunas hojas
grandes de yuyos silvestres, o de
coles, para tapar tus plantitas; por que
si no lo haces y el calor es
mucho, corres peligro de perder la
cosecha. Si sigue el tiempo de calor,
debes tapar con las hojas todas
tus plantas en el centro del día
y dejarlas destapadas por las tardecitas,
las noches y las madrugadas. Diez
días después del trasplante, ya se
ven las plantas que han prendido y
las que han muerto; y entonces
deben sacarse del almacigo todas
las que sean necesarias para reponer
las muertas. "Entre el hombre que
vaya con la yunta, los tres que
plantan, el que saca las plantas
del almácigo, el que riega y los
cinco muchachos que las conducen, gastas
diez pesos y poniendo cuatro más
para reponer las plantas que se
hayan muerto, habrás gastado 14 pesos
en plantío que unidos con los
28 pesos gastados en las otras
labores tendrás hasta aquí un gasto
de 42 pesos.
Si puedes hacer el plantío en los
primeros días de Octubre, llegarás á
tener plantes de tabaco de vara y
media de altura y de 10 a 15 hojas
grandes, que estarán maduras antes
de acabarse el año. Cuando te aconsejé
poner las plantas de tabaco en lo
más profundo del surco, fue por
lo que te voy a decir:
1.° Porque cuanto más hondo, hay más humedad;
2.° Porque cuando la planta ha
crecido media vara, debe calzarse o
aporcarse y entonces basta con
arrimar la tierra, sin que sea
necesario formar un montón que
aleje la humedad de las lluvias. El
aporcado y carpido del mes de
Noviembre y un par de riegos dados
a todas las plantas, en el
caso de que no lloviese nada, te
costará 14 pesos, y ya tienes gastados
56 pesos.
Si vieras que
tus plantas quieren crecer demasiado bueno
será que las capes para que
las hojas sean más grandes y más
sabrosas. La operación de capar consiste
en cortar con la uña la punta del
tallo para no dejar en la
planta más que de 10 a 15 hojas. Cuando
las hojas empiezan a perder el
color verde brillante que tienen cuando
son tiernas; cuando toman un
poquito el color amarillento; cuando
se marchitan por las tardes; cuando
se pegan a los dedos al tocarlas, y
cuando empiezan a tener pelusa, entonces
debes hacer la recolección antes de
que te se pasen. Si te se
llegan a pasar, perderán las hojas
mucho peso, se romperán al andar
con ellas, y las hojas rotas
tienen poco precio; se les escapará
el olor del buen tabaco; perderán
su fuerza, y tomarán mal gusto. Por
estas razones te aconsejo que si
has plantado tu cuadra de tabaco
toda en un día y la has
dado siempre a toda ella los
mismos cultivos y las mismas
labores, también debes cosecharla en
un solo día, aunque tengas que
valerte de peones o de vecinos. Con
lo que te he dicho te basta
para saberte manejar tú solo en
todas las maniobras que precisa el
tabaco hasta el día que madure. En
el capítulo siguiente aprenderás el
modo de hacer la recolección.
Recolección
Como las hojas del tabaco, para
que tengan mérito precisan secarse
poquito a poco y a la sombra,
es necesario a todos los
labradores, un rancho, una casa o
un galpón bastante grande para
colgar la cosecha a que se seque.
El edificio este debe tener en
las paredes de los lados algunas
aberturas para que entre la ventilación
cuando se necesite. Estas aberturas
pueden ser ventanas, si las hubiera
y si no las hay pueden ser
agujeros grandes tapados con cueros o
con cualquier cosa.
Para secar la cosecha que puede
salir de una cuadra de tabaco,
se necesita un rancho, casa o galpón,
que tenga lo menos 100 varas
cuadradas. Un galpón de siete varas
de ancho y catorce de largo, o un
galpón de cinco de ancho y
veinte de largo, bastará, por
consiguiente, para servir de secadero a
las 10.000 plantas que se crían
en una cuadra.
No te asustes, amigo labrador, si
te falta el galpón de que acabo de
hablarte; porque lo mismo que una
habitación grande, son, para secar
el tabaco, tres o cuatro habitaciones
chicas, donde puedes repartirlo. Según la
forma, el tamaño, y la resistencia
que tenga tu secadero, así debes
arreglarte tú para tender dentro de
él los alambres finos, dónde has
de colgar después tus plantas para
que se sequen poco a poco.
Debes empezar siempre por tender
tus alambres a lo ancho de la
casa de la una pared a la
otra pared, en la parte de arriba
y como una cuarta antes de tocar
el techo. Toda la casa la
cruzarás así de alambre, colocado
en líneas separadas una de otra a
la distancia de medio pie. Como sobre
cada uno de estos alambres, vas
a colgar las plantas de tabaco que
quepan, sin tocarse mucho, puede
sucederte que si la casa es muy
ancha, el alambre te se estire o
te se rompa con el peso de
las plantas. Para que no te
suceda esto, debes colocar a lo
largo, en toda la casa, una
línea de orcones que sujeten unos
palos para que encimado ellos descansen
las líneas de alambre por la mitad.
Cuando tengas tu recadero con los
alambres colocados, ya puedes emprender
sin miedo la cosecha.
La cosecha del tabaco no debes
hacerla cuando el tiempo esté
lluvioso ni húmedo porque entonces
te se pudrirían las plantas en el
secadero. Tampoco debes empezar tu
recolección muy de mañana, porque el
rocío de la madrugada es tan
malo como la lluvia. En este país,
siendo la recolección por lo
regular a últimos de diciembre a
primeros de enero y no estando
el tiempo nublado, muy bien puedes
empezar a cortar las plantas a las
siete de la mañana y seguir todo el
día, hasta las siete de la tarde.
No me cansaré de recomendarle que
has de poner el mayor cuidado sobro
todas las cosas, en procurar q u e
no se te rompan las hojas
del tabaco cuando cortas la planta,
ni cuando la tiendes en el
suelo, ni cuando la cargas en la
angarilla, ni cuando la descargas
en el secadero, ni cuando la cuelgas.
Mira bien, y no te olvides, que
por bueno que sea el tabaco
roto, aunque sirve para la tripa
del cigarro, no vale para la
capa y que u n a arroba de
capa buena puede valet una onza
de oro, lo que no te valdrán
cinco arrobas de tripa. Por consiguiente,
aunque te gastes algunos pesos en
trabajar despacio y con esmero,
gástalos tranquilo en la seguridad de
que en la venta ganarás ciento por
uno. Si quieres cosechar tu cuadra
de tabaco en un día aunque tengas
el secadero muy cerca del plantío,
necesitarás ocuparte tú y catorce
personas más de ésta manera:
Tres hombres con navajas corbas,
bien afiladas y sin punta, para
que no dañen a las hojas, se
ocuparán en cortar la planta entre
la tierra y la última hoja.
Desecación del tabaco.
Antes de que te se olvide,
quiero recordarte otra vez, que el
momento de dar la primer vuelta
de arado a tu cuadra, es
inmediatamente después de haber hecho tu
recolección de tabaco, esperando, como
sabes muy bien, a que haya
llovido lo bastante para que la
tierra no esté dura ni forme
grandes terrones. Las ocupaciones que vas
a tener en el secadero no son
de mucha fatiga, pero sí de
mucho cuidado, mucha vigilancia y
mucha inteligencia.
De nada te serviría el haber
trabajado todo el año para criar
tu tabaco, si por falta de
esmero vinieses a perderlo todo, cuando
más asegurada pensabas tener tu cosecha.
Cuando colgastes de los alambres en
el secadero tus plantas de tabaco,
unas junto a otras, debiste dejar
al final de cada línea de
alambre un pedazo como de media
vara sin colgar en él planta
ninguna. Este espacio desocupado puede
sacarte de un apuro; porque si
por ser el tiempo muy lluvioso
vieras que las plantas que están
colgadas te se querían podrir, las
correrías dejándolas más anchas para
que entrase mejor la ventilación entre
ellas.
Por fortuna, para el cultivo del
tabaco, este peligro de la humedad
no es muy terrible en la República
Oriental; pero bueno es estar
prevenido para evitar una desgracia. Todos
los días debes abrir un rato
las ventanas del secadero, desde las
siete a las ocho de la
mañana, y esto lo harás para
renovar el aire húmedo de adentro
con el aire seco de afuera.
Todas las demás horas del día
y de la noche, debes mantener
cerrado el secadero, para que las
plantas no sequen con mucha precipitación
y para que las hojas no se
rasguen con los vientos; pero si
notaras demasiada humedad dentro de
la casa, puedes, según tu cálculo,
abrir las ventanas dos, tres o
cuatro horas para que se salga la
humedad.
No te olvides de visitar todos los
días y por todos lados, las plantas
del secadero, sobre todo a los diez
o doce días después de la
recolección y obsérvalas con mucho cuidado; por que
si vieras algunas hojas enmohecidas, con
pelusillas blancas o con manchas
negras, tienes precisión de sacarlas
al aire, para que se compongan y
para que no corrompan a todas las
demás.
No solo con los ojos verás cuando
las plantas están en peligro de
perderse, porque al tocarlas con
las manos y al olerías, se sabe
también si tienen o no demasiada
humedad y si han empezado a
podrirse. Según tú veas el estado
de las plantas, debes abrir las
ventanas más o menos tiempo, pues
en ello está el mérito del
buen cosechero de tabaco. Si el
tiempo estuviera demasiado seco y
las hojas de tabaco se arrugasen
demasiado y quisieran romperse por
causa de la mucha sequía, entonces
no debes abrir tus ventanas por
el día sino un rato durante la
noche, para que les entre un
poco de rocío que las ablande.
Al mes o a los veinte días,
si el tiempo ha sido bueno,
las hojas del tabaco habrán
cambiado su color verde por un color
de pasa un poco amarillento y su
olor será más parecido al verdadero
olor del tabaco, aunque no completamente
semejante.
Cuando en este estado veas tu
cosecha, ya no tienes por qué
temer la humedad, y solo vigilarás
tus plantas para ver cuando el tronco
y los nervios mayores están
más oscuros y más secos que
todo lo demás de la hoja. Entonces
ha concluido la operación de seca y
llega el momento de poner las
plantas en pilón. Claro está que si
anduvieras moviendo las plantas, según
están de resecas y vidriosas, te
se quebrarían mucho entre las manos.
Para que esto no te suceda y
para que las hojas te se
pongan suaves, flexibles y elásticas,
tienes precisión absolutamente de darles
humedad, aunque muy poca. Para esto
basta que mantengas abiertas las ventanas
del secadero el primer día que
llueva y que después las cierres
y no las abras hasta que se
ablanden todas las hojas con el
aire húmedo que allí has encerrado
desde el día de la lluvia.
Para suavizar las hojas si no
lloviese, tendrías necesidad de abrir
toda la noche las ventanas para que
penetre el rocío cerrándolas
completamente de día. Esta operación la
repetirás dos o tres días. Si aun
así no consigues lo que deseas,
te verás en el último apuro, que
es el de meter vasijas con
agua caliente en el secadero para
que con el vapor que suelte se
ablanden las hojas. Si te fuera muy
difícil el dar vapor a las
hojas de tabaco, tienes todavía otro modo de
valerte para ablandarle, pero este no
debes usarlo sino en el último
extremo, porque es el más peligroso
de todos. El consiste sencillamente
en rociar un poco con agua
todas las plantas, por medio de una
regadera muy fina y dejarlas así
bien encerradas un par de días.
Cuando veas que las hojas están
flexibles y suaves, sin estar húmedas
ya puedes apilonarlas. El mayor gasto
que te dará la cosecha en el
secadero hasta meterla en pilón
serán cuatro pesos, los que unidos
a los setenta y uno que llevas
ya gastados forman un gasto total
de 75 pesos.
Apilonado
Hay muchos modos de poner las
plantas en pilón. Unos hacen pilones
pequeños, otros hacen uno solo con
toda la cosecha por grande que
sea. Unos no meten en pilón más
que las hojas solas y otros
meten pedazos de tallo con dos
o tres hojas; pero si tú quieres
seguir mi consejo, pondrás en un
solo pilón y enteras todas las
plantas que tienes colgadas en el
secadero. El pilón se forma de esta
manera: En un rincón del secadero
pondrás tablas en el suelo tocando
con la pared. Este entablado tendrá
dos varas de ancho, y de
largo será todo lo que se precise
para que quepa la cosecha.
A la parte de afuera del entablado
se clavarán en el suelo unos
estacones a cada media vara, los
que deben ser altos de dos
varas. Estos estacones sirven para
sostener unos cueros que se meterán
por dentro como quien forma un cajón.
Por la parte de la pared también
se arriman cueros como por el otro
lado. Concluido de formar el cajón,
pondrás en el fondo una buena cama
de pasto seco y meterás después
todas las plantas de tabaco que
quepan, cuidando siempre de colocarlas de
manera que el corte del tronco
toque en el cuero. Como el ancho
del cajón donde vas a apitonar el
tabaco es de dos varas y
tus plantas no tienen más que una
vara o vara y media, resulta,
que si pones tumbada una planta con
el tronco tocando al cuero que está
del lado de la pared, te
faltará media vara lo menos para
que la punta do las hojas
toque en el cuero que está del
otro lado del cajón. Entonces en
este lado colocas otra planta en
sentido contrario a la primera y
sigues de esta manera poniendo una
tanda con los troncos hacia la
pared y otra tanda con los troncos
tocando en los cueros que sostienen
los estacones, hasta que hayas
apilonado así toda la cosecha.
Debes procurar no pisar encima del
tabaco para que no se lastimen las
hojas; si esto fuera necesario, usarás
una tabla ancha para colocar los
pies. Las plantas se colocan en el
pilón lo más juntas que se
pueda y muy estiradas todas
sus hojas para que no se corten por
los dobleces ni las arrugas. Cuando
todas estén acomodadas del modo que
te tengo dicho, pondrás un poco de
pasto seco por arriba o unas telas
gruesas si las tuvieras y encima
de esto unas tablas muy ajustadas
que sirven como tapadera del pilón
y además unas piedras que lo
opriman todo.
Las tablas del suelo tienen por
objeto impedir que pase la humedad
de la tierra a las plantas
del pilón. El pasto de abajo sirve
de cama al tabaco para que no
se rompan sus hojas al oprimirse
contra las junturas de las tablas y
para que no tomen gusto ni
olor a la madera. Los cueros de
los lados sirven para contener
el pilón y para impedir que
puedan escaparse los buenos olores del
tabaco y las tablas de la
parte de arriba sirven para sostener
el peso que se ponga y para
que oprima por igual.
Como las hojas del tabaco tienen
la propiedad de tragar todos los
olores buenos y malos, lo mismo que
las esponjas toman el agua; para
que no te suceda que el tallo
tome el olor de las tablas,
del pasto ni de los cueros, harás
muy bien si tienes ocasión, en
mezclar entre el pasto de abajo
y de arriba y entre alguna
camada de tabaco, yerbas de buen
olor, como salvia, menta, hojas de
rosa u otra planta de agradable
aroma que se crie por tus
pagos; pero ten cuidado de no poner
demasiado olor, porque el mejor
aroma es el natural y verdadero del
tabaco. El tabaco se pone en pilón
para que las hojas fermenten y
suden, y para que con esta
fermentación desarrollen y adquieran el
verdadero aroma: tomen el buen color
de pasa; pierdan el amargor natural
y la fortaleza desagradable. Todo esto
se conseguirá si las plantas se han
apilonado en la verdadera sazón que
deben tener; porque si se
apilonaron muy secas, no puede haber
fermentación por falta de humedad y si se
apilonaron demasiado húmedas, la
fermentación será muy pronta y
demasiado grande. En el primer caso
no sería tabaco lo que saliese del
pilón; porque le faltaría suavidad,
olor, color y sabor. En el segundo
caso las hojas del tabaco saldrían
podridas como el abono.
Pon, amigo labrador, todos tus
cinco sentidos en cuidar el pilón y
no te olvides de que un poco
de calor más o un poco de
calor menos será bastante para que
pierdas toda la cosecha. Pasados los
tres días después de apilonarse el
tabaco, debes visitarle con frecuencia,
metiendo la mano por todos lados,
para ver si está demasiado caliente.
Los que han cultivado muchos años
tabaco, conocen muy bien, hasta por
el olor, cuando el pilón corre
peligro de arderse y tú también
debes conocerlo si la mano te
se calienta demasiado al meterla
entre las carnadas del pilón. Si no
tuvieras mucha confianza en conocer
el calor por medio de la
mano, comprarás un termómetro y lo
colocarás diariamente en diferentes lugares
por dentro del pilón. Si llegase
a marcar 25 grados de calor, debes
en seguida quitar el peso, las
tablas, las telas y el pasto al
pilón por algunos momentos y debes
ahuecar las plantas para que les
entre aire y se refresquen. Cuanto
más calor haya en el campo,
menos peso necesita el pilón; pero
si fueran días fríos debes poner
como diez arrobas de piedra por
cada dos varas de largo del pilón.
Poco a poco, conforme el tabaco
se va perfeccionando, la altura del
pilón va bajando; no te asustes por
eso; pues esa es la señal de
que el tabaco va consumiendo su
maleza. Antes de un mes ya debe
estar sazonado todo el tabaco que
tienes en el pilón. Para saber con toda
seguridad el estado de tu tabaco,
sacarás hojas de diferentes sitios
y te convencerás con el tacto,
con la vista, con el sabor y
con el olfato. Si está flexible, suave
y sedoso, si tiene un color de pasa
oscuro o amarillento, si pica entre los
labios con el gustito peculiar del
tabaco y si es, en fin, muy
agradable su aroma, date por
contento de todos tus trabajos y
tus gastos, pues que habiendo
fermentado lo suficiente en el pilón,
tienes asegurada tu cosecha. Con diez
jornales de a un peso puedes
hacer este pilón en un día.
Agregados estos 10 pesos a los 75
que llevas gastados alcanzarán a la
suma de 85, hasta la fecha, los
gastos que tienes hechos.
Ultimos beneficios del tabaco.
Con algunos troncos, nervios y hojas de
tabaco malo y con todos los
desperdicios y barreduras del secadero, habrás
hecho un piloncito pequeño dentro de
una tina, el que después de
bien fermentado lo revolverás con
agua y si te fuera fácil
hacer que esta agua tuviera miel de
caña o azúcar ordinaria, seria mucho
mejor. Con una arroba de tabaco
fermentado, cuatro de agua y media
de miel, todo muy revuelto y muy
cor rompido, se forma el mejor betún
que pueda darse a las hojas del tabaco.
Este betún debes tenerle preparado
de antemano y pronto para el
día que empieces a enfardar. Con una
media cuarterola tienes bastante por lo
pronto; porque luego podrás ir
haciendo más cantidad conforme lo
necesites, con todos los desperdicios del
pilón.
Después de acabada, como te he
dicho, la difícil operación de
apilonamiento, empiezan otras operaciones muy
minuciosas, aunque no tan delicadas
operaciones que no pueden hacerse
muy de priesa y que exigen
muchos jornales, sobre todo de
niños y de mujeres.
Voy a decirte ahora lo que tienes
que hacer con tu tabaco antes de
empaquetarlo para ponerlo a la venta.
Después de haber descubierto por
una punta tu pilón de tabaco,
pondrás a un hombre para que saque
las plantas y arranque las hojas
con mucho cuidado y las lleve en
un canasto, hasta donde habrá otro
hombre de toda confianza separándolas
por clases. Los troncos de las
plantas se dejarán a parte; pues no
solo sirven para hacer betún, sino
que acaso te los compren para
mezclar con los tabacos picados. El
hombre de tu mayor confianza que va
recibiendo mezcladas todas las hojas del
tabaco, irá mirándolas una a una y
separando a parte las que
hayan de ser para capas de 1a
clase, de 2a clase y de
3a clase, y las que hayan
de servir para tripas de cada una
de estas clases de cigarros. Las más
rotas y las más inferiores de todas
las hojas las apartará a un
lado para formar con ellas tabaco picado.
De estas siete clases de hojas, la
mayor parte irá a los cigarros
de tercera clase, siendo muy pocas
y muy exquisitas las que destines
para cigarros de primera.
Si lo haces como te digo,
darás a los cigarros de la
República Oriental, tan buena fama
como la que tienen los cigarros habanos.
Un muchacho se ocupará, sin hacer
otra cosa, en conducir, en un
cestito, las clases de tabaco que haya
apartado el escogedor y en
entregarlas al que se ocupa en
hacer las manillas, cuidando de que
no se mezclen unas con otras
estas diferentes clases. Las manillas se
forman juntando 25 hojas con las
cabezas juntas y atándolas al lado
del rabillo con una de estas mismas
hojas. Este trabajo puede hacerlo
fácilmente una mujer. Conforme se concluye
de atar cada manilla, se las da
vuelta para que se esparramen
las hojas, así se las va
colocando, unas junto a otras, en
el suelo, para que reciban el
betún, el que se dará de esta
manera:
Se revuelve bien el betún de
la tina y se saca con un cazo
una pequeña porción que se cuela
en un balde por una criba, para
que queden en ella todas las
basuras y gusanos que se hayan
criado. Con este caldo del balde se
empapa una esponja y se rocía un
poquito á todas las manillas que
están en el suelo. Sobre esta tanda
de manillas se pueden colocar otras
tandas que se van rociando de
la misma manera con el betún,
dejándolas así hasta el día siguiente.
El embetunado que acabas de dar
a las manillas, sirve para que
el tabaco tome el más apreciado de
todos los olores y sabores. Al siguiente
día necesitarás otras dos personas para
seguir con orden tu trabajo. Una, que
puede ser una mujer, se ocupará
en hacer los manojos, los que
se forman estirando las manillas y
atándolas muy apretadas de cuatro
en cuatro. Debes pensar bien con lo
que has de atar los manojos, para
que no se estropeen las hojas
ni se comunique mal sabor al
tabaco. Si tuvieras vira-vira, hojas de
palma, cortera de sauce, mimbre u otra
planta correosa y de poco
bulto, deberías atar con esto tus
manojos; pero en el caso de
faltarte, puedes atar con espartillo,
junco o paja de los bañados.
Conforme se van haciendo los
manojos, deben empaquetarse por clases
en fardos de 60 de estos manojos,
cuyo trabajo tiene que hacerse por
un hombre.
Para que el tabaco no pierda su
aroma ni se reseque demasiado con el aire
y sobre todo para que siga
lentamente concluyendo su fermentación, es
conveniente que formes estos tercios
abrigándolos con hojas grandes de plantas
silvestres, y por encima de ellos
una lona ordinaria y barata que
quede muy apretada y muy sujeta
contra el tercio por medio de
algunas lianas, sipós, enredaderas o sogas
de cualquier clase. Hecho esto, marcarás
cada tercio con una señal que
indique tu plantación y con otra
que indique la clase del tabaco; y
además numerarás tus fardos, para
saber en todo tiempo cuánto tabaco
has cosechado de cada clase y
cuánto vale toda tu cosecha. Empaquetados
de esta manera tus fardos, puedes
ponerlos a la venta o depositarlos
en un paraje seco y ventilado. Ten
presente que el tabaco acondicionado
dentro de los tercios de la manera
que he dicho, vale más cada día
que pasa; porque tiene mejor gusto
y mejor aroma.
El gasto de jornales, para las
últimas operaciones del tabaco, será sobre
poco más o menos 45 pesos de
treinta peonadas de hombres y 30
de chicos y mujeres, calculando 100
arrobas el total de tu cosecha y
10 los días de trabajo para
enfardarla con seis personas.
La tela para los 17 fardos y
el alambre que compraste para el
secadero, te habrán costado diez pesos,
de manera que toda tu cosecha,
desde el día de la primera labor
hasta guardar los fardos de tabaco
en el depósito, te habrá costado 140
pesos, si lo has tenido que hacer
todo pagando peones jornaleros; pero si
lo has hecho tú con tu
familia, casi todo el valor del
tabaco serán utilidades para ti.
En la República Oriental se puede
criar tan buen tabaco como en
cualquier otra parte, o mejor todavía, gracias
al clima. Todo el tabaco que aquí
se consume, viene embarcado de otras
naciones, pagando fletes, trasbordos y
grandes derechos de Aduana. A
pesar de todos estos gastos, son
grandes las ganancias de los labradores
que en otros países cultivan el
tabaco para mandárnoslo a nosotros.
Calcula,
pues, amigo labrador, lo que puedes
tu ganar cultivando esta planta, en
un suelo tan sustancioso como el
de esta República y sin tener que
pagar ningún derecho de entrada ni
ningún otro gasto. Aunque se muy bien
que una cuadra plantada de tabaco
te puede dar mucho más de 100
arrobas, yo he querido quedarme corto
en mi cálculo para no darte
demasiadas esperanzas. Si has puesto en
la cuadra 10,000 plantas tendrás, por lo
menos a razón de 10 hojas cada
planta, 100,000 hojas y como cada
1.000 hojas de tabaco, de tamaño
regular, forman una arroba, sobre
poco más o menos, después de beneficiado,
pesará 100 arrobas toda tu cosecha.
Aunque te han de pagar más de
una onza de oro por la arroba
de capa de primera, si la
sacas de tan buena calidad como
aquí se puede producir, y aun que
debe valerte más de media onza
la arroba de capa de segunda,
no quiero seducirte con grandes
promesas, sino que solo cuentes con
que te pagarán a cinco pesos, una
con otra, todas las arrobas de
tabaco que hayas cosechado.
Es decir,
que por haber ocupado una cuadra
de tierra y haber trabajado unos
cuantos días al año, te encontrarás
con un beneficio de 500 pesos que
es más que cuanto podrías ganar
trabajando todos los días, con toda
la chacra, en cualquiera de tus
cultivos ordinarios. Me despido de ti,
amigo labrador, pidiéndote que tengas
confianza en todo lo que te
llevo dicho; porque estoy muy
ejercitado en ello y si hoy le
enseño lo que yo se hacer, es
porque me da mucho sentimiento el ver
que te matas a trabajar en
cultivos de poco provecho, que
nunca te sacarán de pobre, cuando
hay cultivos como este del tabaco y
algunos otros que he de enseñarte
en otras ocasiones, los cuales ocupan
menos tierra y dan menos fatiga
y más ganancias. Si tu y cada
uno de los que tenéis chacra
cultiváis una cuadra de tabaco; si
siquiera plantáis entre todos 1,000
cuadras de este precioso vegetal,
aumentará la riqueza del país
en medio millón de pesos al año;
medio millón que hasta hoy sale
en oro de nuestras manos, para
enriquecer á los labradores de los
países que nos mandan el tabaco
que hoy se fuma en la República.
Siembra, pues, tabaco, amigo labrador,
si quieres ver pronto el engrandecimiento
de tu fortuna y de la hermosa
patria donde habitas.
Nota: La ortografía del texto original ha sido actualizada.
Fuente:
Cultivo y beneficio práctico del tabaco dedicado a los labradores por
Juan de Cominges. Montevideo - Imprenta a vapor de La Tribuna,
calle 25 de Mayo núm. 124 – año 1877.
Se puede acceder a la totalidad del libro en:
Biblioteca Nacional Hispánica (http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000046926&page=1).