Sobre pipas antiguas
(análisis de Raymond Bordeaux del libro La Normandie souterranie por el Abad Cochet)

Un hecho singular, revelado por el libro de M. Cochet, es que el uso de pipas para fumar se conoce desde la antigüedad. Durante mucho tiempo, los anticuarios que exploraron las estaciones romanas se negaron a creer que las pipas bastante similares a las de nuestros días, encontradas en diversas excavaciones, pudieran remontarse más allá del siglo XVI o XVII: el uso del tabaco no se introdujo hasta esa época. Pero la presencia de pipas con caños muy grandes y hornillos muy pequeños, recubiertos con diseños singulares, ha seguido notándose a grandes profundidades, en capas inexploradas desde la antigüedad. M. Cochet los encontró en el cementerio romano de Dieppe, y M. Louandre, en Abbeville, cuando se excavó el canal de tránsito. Por su parte, los anticuarios ingleses se han ocupado de objetos del mismo tipo, conocidos en el norte de Inglaterra con el nombre de pipas de hadas, y que los escoceses, que los han notado en las ruinas, llaman pipas celtas. En Irlanda se encuentran pipas similares, con el nombre vulgar de pipas danesas.


De estos hechos se deduce evidentemente que, en la antigüedad, la humanidad ya se permitía chupar el vapor de plantas ahora olvidadas, y que el tabaco sólo se introdujo en los tiempos modernos como una sustancia superior a los antiguos narcóticos. El médico Nicot probablemente sólo imaginó el uso del rapé. Se sabe que, ya en la Edad Media, los pueblos de Oriente se emborrachaban fumando cáñamo, y que los chinos se aturdían con el humo del opio. Un hecho no menos singular, y que señalamos a M. Cochet, es que uno de los modillones románicos de la iglesia de HuberviIle, en el departamento de La Mancha, representa la cabeza de un hombre que sostiene en la comisura de los labios una corta pipa para fumar. La autenticidad de este modillón no le pareció dudosa a M. Théodore du Moncel, que lo figuró en el volumen VIII del Boletín Monumental; y en efecto, la iglesia de Huberville no ha sido todavía alterada por las llamadas restauraciones de nuestros arquitectos modernos. Los antiguos marineros normandos que construyeron esta iglesia en el siglo XI o XII, que ha permanecido intacta hasta nuestros días, han dejado así un monumento de sus antiguas costumbres bajo su cornisa.


Tal es el libro del abad Cochet, un libro que todavía se recomienda a los obreros por las tablas de materias desarrolladas y convenientes, y que su forma ejemplo de sequedad, su estilo animado, sus numerosas ilustraciones, lo ponen al alcance de un público más extendido que el público arqueológico. Este volumen, que cayó en sus manos, fue devorado como un libro de literatura por personas que desconocían por completo la lectura erudita, arrastradas por la sucesión de hechos curiosos acumulados en él.
Del análisis de  RAYMOND BORDEAUX sobre La Normandie souterraine ou Notice sur des Cimetiéres romains et des Cimetiéres francs explorés en Normandie, par M. l´abbé Cochet, inspecteur des monuments historiques: de la Seine-Inférieure. --  Paris, 1856.

Publicado en REVUE DE L´ART CHRETIEN Recueil mensuel d´archéologie religieuse dirigido por el abad J. Corbet, Tomo Primero, Paris, 1857. Digitalizado por Google. Derechos: dominio público.
Fuente: books.google.com

¡Muy buenas pipafumadas!
Jorge