La ciudad de las pipas (Saint-Claude en 1918)

Donde se hacen los brezos para los "Tommies" y los "Poilus".
Todos los amantes de la pipa, todos los "Tommy" y todos los "Poilu" que tienen afecto por una buena pipa de brezo estarán interesados en el siguiente artículo sobre esa pequeña ciudad única en el Jura, Saint-Claude, que fabrica anualmente entre treinta y cuarenta millones de las mejores pipas de raíz de brezo del mundo. El autor visitó este lejano rincón en compañía de los miembros de la Misión Económica Canadiense que recorrió las provincias francesas con el objeto de abrir relaciones comerciales entre Francia y Canadá.

¿Se pregunta cuántos fumadores de pipas de raíz de brezo han oído hablar de la pequeña ciudad de Saint-Claude? Me atrevo a decir que muy pocos. La "ciudad de la pipa", aunque la excelencia de sus productos es conocida por todos los comerciantes de pipas del mundo, se ha contentado hasta ahora con esconder su cabeza modestamente detrás de las montañas del Jura. Allí, en un rincón distante del este de Francia, casi en la frontera con Suiza, se encuentra, pintorescamente situada, a una altitud de mil cuatrocientos ocho pies, en la confluencia de los ríos Bienne y Tacon, y rodeada por el Mont-Bayard (tres mil nueve pies), el Pain de Sucre (dos mil ochocientos cuarenta y un pies), la Montagne d'Avignon, y otras altas montañas. Y allí, imagino, la pequeña Saint-Claude habría seguido viviendo desconocida para el gran ejército de fumadores (al que están dedicadas estas líneas) de no ser por dos acontecimientos importantes de su historia: una invasión depredadora de rivales comerciales y una visita amistosa de fabricantes canadienses. La primera tuvo lugar unos años antes del estallido de la guerra, que, en cierto modo, prefiguró. Los obreros alemanes fueron llegando a la ciudad y se instalaron en ella, hasta llegar a una treintena de familias, todas ellas deseosas de aprender los secretos de la fabricación de pipas de raíz de brezo.
Habiendo descubierto todo, como pensaban, se marcharon y, curiosamente, su salida coincidió casi con la declaración de guerra. No hace falta añadir que esto abrió los ojos de las buenas gentes de Saint-Claude y las preparó para recibir con los brazos abiertos a los miembros de la Misión Económica Canadiense, con motivo de su gira por la Francia industrial en julio de 1916.

Coloreando y barnizando pipas de raíz de brezo


Comenzaron a ver que se había abierto una nueva era. Se había intentado robarles sus secretos comerciales. En el futuro deberán defenderse. Sus amigos canadienses, aliados en los negocios y en el campo de batalla, al venir tan lejos a verlos, les habían enseñado los métodos transatlánticos y la virtud de la publicidad.
En adelante, decidieron que el nombre de Saint-Claude deb ía resonar desde las cimas de las montañas del Jura en todo el mundo. Saint-Claude fabrica pipas de raíz de brezo desde hace medio siglo. Cada año se fabrican entre treinta y cuarenta millones de pipas.
Teniendo en cuenta el aumento de la demanda de estas pipas entre los soldados ingleses, franceses y belgas, es posible que incluso se hayan superado las cifras m ás altas desde el comienzo de la guerra. Alrededor de dos mil quinientos trabajadores -hombres, mujeres y niños- se dedican a esta industria, que es interesante desde el punto de vista histórico, mecánico e incluso
Perm ítanme señalar en primer lugar que los estanqueros que anuncian que tienen pipas de "brezo" (briar) para la venta se equivocan en la ortografía y, por lo tanto, engañan al público. Las pipas de brezo (brier-root pipes) se fabrican con las raíces del árbol del brezo (Erica arborea), no con madera de rosa, como el nombre incorrecto podría hacer suponer. "Brier" es una corrupción del francés bruyière, que significa brezo. El brezo arbóreo abunda en las colinas que rodean Hyéres y en otras partes del sur de Francia, especialmente en los Pirineos, y se nos dice que "las raíces leñosas son desenterradas y preparadas para los fabricantes por los campesinos de los valles montañosos, que lo encuentran una ocupación remunerativa, aunque su industria se empeña en extirpar esta hermosa e interesante planta". Hasta 1850, Saint-Claude no fabricaba pipas, sino cajas de rapé hechas con madera de boj, que se enviaba a los fabricantes desde el Jura, el Ain y los Pirineos. Ahora bien, a menudo se encontraban raíces de brezo entre los bloques de boj de los Pirineos, y como las primeras no eran muy adecuadas para fabricar cajas de rapé, se planteaba el problema de qué hacer con el material. A alguien -seguramente tan aficionado a su pipa como a su tabaquera- se le ocurrió fabricar pipas. Y así se estableció la reputación mundial de Saint-Claude, hasta entonces muy poco conocida. Al principio, todas las operaciones de fabricación de pipas de raíz de brezo se hacían a mano. Luego, alrededor de 1870, la maquinaria comenzó a hacer su aparición en las orillas de Bienne y Tacon. La fuerza motriz estaba lista para manejar esa inagotable houille verle y houille blanche (hulla verde y hulla blanca) que los franceses emplean tan maravillosamente para la producción de electricidad. Poco a poco, todas las fábricas se transformaron. Ahora todas funcionan y se iluminan con electricidad. Algunas de las máquinas de las fábricas más modernas, como las de M. A.
Delacour, donde se tomaron algunas de las fotograf ías que acompañan este artículo, son muy interesantes. Pero la máquina más ingeniosa que vi en Saint-Claude fue una inventada por un nativo de la ciudad, un simple obrero que poseía una pequeña fábrica propia, en la que se especializaba en pipas de raíz de brezo talladas.
Las cazoletas de estas pipas representaban las cabezas de conocidos hombres de la época, con sus rasgos tan delicadamente tallados que me hizo pensar que el trabajo estaba hecho a mano. Sin embargo, me explicó, mientras me presentaba un ejemplar con la cabeza de "Papá" Joffre, que "todo estaba hecho con maquinaria" y que su máquina de tallar madera era capaz de tallar doce pipas de este tipo simultáneamente. Me apresuré a inspeccionar esta maravilla y comprobé que se basaba en principios mecánicos similares a los de las máquinas de tallado empleadas en Italia para la producción de objetos de arte comerciales.
Sin embargo, me aseguró que su invento era totalmente independiente y me mostró su patente. No todas las raíces de brezo llegan ahora a Saint-Claude desde Hyéres y los Pirineos; la mayor parte procede de Córcega, Italia, España y Argel. Se reciben en bloques de diversos tamaños, denominados técnicamente ébauchons, y previamente han sido sometidos a una prolongada cocción, que preserva la madera y evita que se parta al exponerla al aire. En cuanto llegan los ébauchons, se someten a un secado metódico de cuatro a seis semanas en hornos bien ventilados y a una temperatura de veinte grados centígrados. No deben secarse con demasiada rapidez, pues de lo contrario la madera se partiría.

Cuando se considera que el proceso de secado ha finalizado, los ébauchons se clasifican y se pasan a la sierra circular para ser nivelados en su totalidad. El objetivo de este recorte es darles las dimensiones necesarias para el modelo de pipa deseado.
El ébauchon recortado pasa a manos de otro obrero, que hace girar la cazoleta mediante un torno que gira a tres mil revoluciones por minuto y que, al mismo tiempo, le da su forma exterior y perfora su interior. A continuación, otro de sus compañeros realiza la misma operación para el tallo. Tras estas dos operaciones, la pipa se somete a lo que se conoce como fraisage (fresado).
Las fraises (fresas) de diversos tipos completan el trabajo mecánico del "desbaste" anterior; en primer lugar, eliminan la madera que queda entre el caño y la cazoleta. A continuación, con la ayuda de escofinas y limas, otros obreros dan a la pipa su aspecto casi definitivo. Sin embargo, cuando la cazoleta está terminada, el caño todavía tiene que ser cuadrado con el plano de prueba. La siguiente etapa en la evolución de una pipa se llama "selección". Las pipas van a un departamento especial donde se examinan y clasifican cuidadosamente. Pocos fumadores saben cuán pocas pipas realmente perfectas pueden producirse a partir de un bloque de raíz de brezo. Sólo una cuarta o una quinta parte de las pipas son perfectas. El resto tiene tantas grietas y agujeros que el fabricante no puede encontrar otro uso para ellos que el de combustible durante los fríos días de invierno en el Jura.

Mujeres pulidoras trabajando en las pipas en una fábrica en Saint-Claude



En cuanto a las pipas seleccionadas, están dispuestas en los almacenes, a la espera de la llegada de los compradores -representantes de empresas de diversas partes del mundo- que se dirigen a Saint-Claude para renovar sus existencias y buscar nuevos modelos de pipas. A medida que se hacen los pedidos, las pipas se equipan con boquillas y se completan. Las boquillas están hechas de todo tipo de materiales, pero el cuerno, el caucho vulcanizado (ebonita) y el celuloide son los más utilizados en la actualidad. El ámbar es muy escaso en la actualidad, y lo ha sido durante algún tiempo, debido a los elevados derechos de importación en Francia. El comercio de este material estaba prácticamente monopolizado por los fabricantes de pipas de Nüremberg. Una vez que las pipas han sido laminadas, clasificadas y dotadas de boquillas, son examinadas cuidadosamente por las trabajadoras, que proceden a remediar los pequeños defectos que puedan tener. Las pequeñas grietas y otras desigualdades son casi inevitables, por lo que hay que rellenarlas con un tipo especial de masilla que no sólo es muy dura cuando se seca, sino que también es capaz de resistir el calor. Las desigualdades en el grano de la madera se eliminan con papel de lija y piedra pómez. A continuación, las pipas se sumergen en un baño, que varía según la calidad de la mercancía. Los defectos de las pipas de mala calidad se ocultan con un color oscuro, mientras que el color claro se utiliza para resaltar las vetas de una hermosa pieza de madera de brezo. En el caso de una pieza absolutamente perfecta, se emplea un baño oleoso incoloro para resaltar las bonitas rayas y vetas de la madera. Los toques finales a las pipas son también realizados por mujeres.

Se sujetan contra ruedas cubiertas de tela, que giran a una velocidad tremenda, hasta que las cazoletas, los caños y las boquillas presentan: ese aspecto bellamente pulido que tanto admiran los fumadores. En cuanto a los trabajos metálicos de las pipas -el montaje en plata y oro, y las diversas novedades que se introducen en el mercado de las pipas de vez en cuando-, las pipas de vidrio, u otro mecanismo interior, para recoger la nicotina y permitir al fumador limpiar su pipa rápida y eficazmente. Saint-Claude no tiene nada que aprender de otros lugares donde se fabrican pipas. "La ciudad de la pipa" es, de hecho, el lugar más ingenioso y versátil que he visitado en esa tierra de ingenio artístico y versatilidad que es Francia. Hay varios otros oficios a los que dedica su atención. Es uno de los principales centros de fabricación de mangos de plata y metal para bastones y paraguas. Se preparan allí toda clase de artículos en vulcanita. Las piedras semipreciosas -muchas de ellas encontradas en las montañas del Jura- se pulen allí; y se está desarrollando un buen comercio de diamantes en masa.

Notas del traductor:
“Tommy”y “Poilu”: soldados de infantería aliados, inglés y francés que combatieron en las trincheras de la Primera Guerra Mundial.
"Papá" Joffre: Joseph Jacques Césaire Joffre, militar francés. Comandante en Jefe del Ejército en la Primera Guerra Mundial.

Traducido de Pipe town – Where briers are made for the “Tommies” and the “Poilus” por Bernard St.Lawrence. Ilustrado con fotografías de Jacques Boyer, Paris, publicado en The Wide world: the magazine for everybody, Volume 42 (1918). Original: Biblioteca Universidad de Princeton. Digitalizado por Google. Derechos: no tiene derechos de autor. Fuente: archive.org

¡Muy buenas pipafumadas!
Jorge