Algunas tardes con el Maestro Rafa Martín

Algunas tardes me es fácil encontrarle camuflado tras su Messenger. Ha salido del zulo y está trasteando por el mundanal ruido del comercio. Le hago una invitación a la parrafada y como buen fumador de pipa no se niega a ello. Contesta, siempre con alguna 'chorrada' con la que arrancar una sonrisa, siempre con ese buen humor 'tan Rafa Martín'.

Hablamos de esto y lo otro, cómo estas y cómo lo llevas. Los kilómetros y el gran charco de agua que nos separan parecen haberse acortado, casi estamos en la misma habitación y casi sin darnos cuenta, cosa rara por lo demás, estamos hablando de pipas.

Enciendo la pipa y comienzo a saborear la fumada, mientras continúa nuestra conversación.

Le pido consejo sobre tal o cual mezcla, le pregunto si ha conseguido plasmar en brezo aquella última idea loca que decía tener desde nuestra anterior charla y es en ese momento cuando, con una sonrisa pícara, veo que sus manos desaparecen del ángulo de la cámara y comienzan a rebuscar por las inmediaciones de la webcam.

El ritual es siempre el mismo, -"¿Estás preparado?" y sonríe.

Se desmarca con una belleza de este calibre que planta ante la cámara.

Te quedas como el crío que está parado ante el cristal de una juguetería y comienza a ver un carrusel de juguetes…¡¡Ninguno es feo!!.

Gira la pieza de un lado a otro, ahora más cerca y ahora de frente… casi podría palparla.

 

 

 

 

 

 


Me explica, por encima - el viejo zorro - los entresijos de la elaboración de la pieza y sin darme mucho tiempo a respirar, sus manos vuelven a desaparecer y, cual ilusionista, ya están haciendo aparecer otra pieza ante mí

 

 

 

 

 

 

 

Mira lo bien que ha quedado. El tiro justo… abajo y en el centro, jajajajajajajajaajaa ¡¡no tiene abuela la criatura!!. Pero es verdad, la modestia es virtud de tontos, y en este caso no es inmodestia sino el propio reconocimiento, ante todo, de un trabajo bien hecho.
Prosigue la cabalgata piperil. Otra creación más del maestro y se repite el ritual, de un ángulo y de otro. Intentando que sea capaz de disfrutar del más mínimo detalle de la pieza.
Señalando en ocasiones, sutiles detalles que podrían escaparse a mis ojos menos avispados. Detalles que hacen que cada pipa sea única, que son esa esencia que todos decimos que tiene una pipa… ¡su alma!.

Espera mis comentarios, y acepta las críticas y se muestra generoso a dar respuesta a la preguntas de este pipiolo del Mundo de la pipa. Siempre con ese toque de buen humor.

Al tiempo que nuevamente rebusca por los alrededores, fuera de plano nuevamente, y hace surgir
otra nueva belleza

Apuro las últimas consideraciones, preguntas y bromas. Ya le veo mirar con insistencia hacia un lado, va comenzando a mostrar su carencia hacia el zulo y eso significa que nuestra tertulia está llegando al final de la faena. Su zona privada parece estarle llamando y nada hace por resistirse, probablemente porque ese pequeño mundo es, al fin y al cabo, solo suyo.

El que le ayuda a concebir formas y ve surgir diseños y de manera muda es testigo de la lucha entre el brezo y el artesano cuyo único fin es lograr lo mejor que de un taco de madera se pudiera lograr… una nueva pipa.

Se despide, como casi siempre, con un 'venga que ya por hoy has tenido bastante'.
Lo podrías jurar y no te equivocarías.
Un escueto saludo y una sonrisa. Mientras se desvanece la imagen, casi le veo caminar hacia esa fábrica de sueños que es el taller de cualquier artesano de pipas.
Hasta la próxima maese.

Pedro Romero-Auyanet
-Canarias-